jueves, 14 de abril de 2011

El galán de un romance de Omaña antecedente de don Juan Tenorio

El galán de un romance de Omaña antecedente de  don Juan Tenorio

     Menéndez  Pelayo, Said Armesto, Ramiro de Maeztu, Fernando Díaz-Plaja  y otros prestigiosos escritores españoles, avalan la tesis de que el personaje literario de don Juan Tenorio pudo tener como antecedente al galán de un romance popular recogido en Curueña por don Juan Menéndez Pidal, quien  fuera asiduo y devoto visitante de la  comarca de Omaña. (…)  La leyenda del don Juan puede ser compartida con la del personaje del romance de El galán que diba pa misa...,  transcrito por Menéndez Pidal y tomándolo de éste Menéndez Pelayo, que fue quien primero puso de relieve la evidencia de esa patente relación entre el galán de Omaña y el burlador de  Sevilla.

                      Marcelino Menéndez y Pelayo. Biblioteca Nacional. Foto María Luna.

Como es sabido, además de contumaz seductor de mujeres,  Don Juan es asimismo irrespetuoso  con los muertos,  dimensión escatológica que don Juan comparte con el galán omañés que diba pa misa y que por el camino se encuentra una calavera,  a la que el galán da un puntapié e invita a compartir con él esa noche la cena. Lo mismo que don Juan, irreverentemente, invitaba a cenar con él al Convidado de Piedra. En el romance omañés del galán que “diba pa misa”, aunque en realidad “diba por ver a las damas”, este elemento pecaminoso de la inicial tendencia del galán a la seducción termina por ser postergado y se destaca al final la importancia, en cambio, de que el galán haya sido tan escandalosamente irreverente con los muertos, lo mismo que hace el irrespetuoso burlador de Sevilla con la estatua del comendador muerto en la gran obra dramática de Tirso de Molina.

                            Tirso de Molina, el creador del don Juan

     Acerca de la leyenda  popular en que haya podido inspirarse el personaje de don Juan, Ramiro de Maeztu escribe lo siguiente:
     ...Es el hecho de la invitación sacrílega a un muerto lo que le da a Don Juan la grandeza satánica con que llenó de horror y de admiración, al mismo tiempo, a un público cuyos profundos sentimientos religiosos no debieron en aquel tiempo ser incompatibles con cierto secreto deseo de sacudirse de encima el dominio de la Iglesia. Pues si  la figura del Burlador se hallaba ya en las leyendas e historias populares de España ... el episodio del banquete sacrílego se encuentra también en romances populares anteriores de esa época. Said Armesto  ha comprobado este aserto recogiendo de viva voz numerosos romances gallegos, portugueses, asturianos, leoneses y castellanos, que se conservan por tradición oral. Uno de ellos, de Riello, provincia de León, dice así: “Pa misa diba un galán... (1) Maeztu  atribuye así erróneamente a Said Armesto el haber encontrado por primera vez el romance, cuando este descubrimiento se debe, en cambio, a Juan Menéndez Pidal,
quien tan bien conocía Omaña y tuvo, por tanto, ocasión de oír y recoger personalmente el romance del galán y la calavera. No obstante, sí acierta al afirmar que “en estos romances –refiriéndose en concreto al de Omaña- encontramos ya perfilado el tipo del Don Juan”.

                                Ramón Menéndez Pidal. Retrato al óleo. Ateneo de Madrid.

     Respecto a este galán ‘que diba a misa’ y ‘no diba por ir a misa’, que diba por ver las damas...,  el autor de Don Quijote, Don Juan y la Celestina, se pregunta  luego: “¿De dónde surge? ¿Cómo lo ha concebido el pueblo? Y estas preguntas las esclarece Said Armesto luego con el hecho de que en Galicia y otros países prevaleció hasta el siglo XVI la costumbre de celebrar la fiesta de los muertos el 2 de noviembre con ruidosas orgías celebradas en las iglesias, cuyos altares servían de aparadores para jarras y platos, y ocurría que cuando el vapor del vino calentaba los cascos de los comensales se proferían brindis sacrílegos a la memoria de los muertos que yacían en las arcas de piedra de las capillas vecinas, y las imaginaciones, exacerbadas por las libaciones, soñaban luego que a la medianoche celebraban los muertos otro banquete, correspondiente a la macabra broma de los parientes vivos. Todavía en el siglo XVII era costumbre en algunas familias
españolas poner uno o dos cubiertos en la mesa para los muertos, como si aquel lugar o lugares vacíos hubieran de ocuparlos, invisibles, el padre o padres del jefe de la casa. He aquí, por tanto, en España los elementos que integran el Don Juan: el Burlador, en la leyenda y en obras anteriores a la de Tirso; el convite a muerto, en el romance popular...”  (…).

                                                                Ramiro de Maeztu

     El propio Said Armesto exponía con anterioridad lo siguiente: “En el rico depósito de la literatura oral española... subsisten todavía, ya en consejas prosadas, ya en romances salmodiados por los campesinos gallegos y leoneses en sus invernales noches, los destartalados residuos de una vieja leyenda de hilandero, ingenua y simplicísima como el alma del pueblo que la dictó, pero bajo cuya frágil tela no sólo se traslucen los contornos del famoso Burlador de Sevilla y Convidado de piedra, sino que contiene, como en tosco capullo,  toda la psicología  facetada y fulgurante de aquel gran desdeñoso, insaciable buscador de escándalos, retador de muertos, eterno enamorado del placer y del peligro, y que con altivo ademán y fríos ojos mira al vengador espectro cara a cara. Un romance descubrió hace años en Riello (León), mi docto amigo don Juan Menéndez Pidal ...” (2).
     Saiz Armesto se refiere, claro está , al  romance omañés del galán y la calavera; y, en nota aparte, añade, refiriéndose al mismo:  “el romance fue  descubierto por Pidal en 1889.” Sin embargo, Said Armesto  niega que ese romance del galán y la calavera lo incluyera Juan Menéndez Pidal en  “su  preciosa obra” (3), por ser ésta de  publicación anterior. 
     Por otra parte, el mismo Saiz Armesto apunta después, respecto a nuestro romance de Omaña,  que “examinando esta versión, dice el eminente orientador de nuestra crítica señor Menéndez Pelayo: ‘Análogas fantasías pueden encontrarse en poesías populares de diversos tiempos y países; pero no conozco ninguna forma tan próxima a la leyenda de don Juan como ésta” (…).

                                 Fernando III el Santo, rey de C. y León, conquistó Sevilla.

      Por nuestra parte, añadimos que nuestro galán pudo estar emparentado  con alguno de los linajes de los caballeros leoneses que participaron con el rey de León y Castilla Fernando III el Santo
en la conquista de Sevilla (…) Y uno de esos linajes al que pertenecía el galán del romance de Omaña pudo haber sido el de  los Tenorio, emparentados tal vez con los Ponces omañeses por la vía colateral descendente de Alfonso IX. (…) Pero, sobre todo,  son los testimonios de los grandes autores antes citados los que nos permiten presuponer fundadamente que el galán de la calavera  del  romance de Curueña recogido en Omaña por Juan Menéndez Pidal es, en efecto,  un acreditado antecedente literario del mítico personaje de don Juan Tenorio, (…)

María Luz Melcón. Extracto del artículo publicado en Revista De Omaña, nº1, 2007, pp. 34-37.

NOTAS
   (1) Don Quijote, don Juan y la Celestina. Espasa Calpe, Madrid, 1938, p. 83.
   (2) V. Said Armesto,  La leyenda de don Juan: orígenes poéticos de El burlador de Sevilla y Convidado de Piedra,Madrid, 1908.            
   (3) Se refiere a C olección de los viejos romances que se cantan por los asturianos en la Danza Prima, Esfoyanzas y Filandones: recogidos directamente de boca del pueblo.., de Juan Menéndez Pidal, Madrid, Hijos de J.A. García, 1885.

         El camino que hoy es carretera atraviesa la ladera del monte de Sangunera, trás el que está Curueña.

                Romance del galán de Omaña

     Pa misa diba un galán - caminito de la iglesia
     no diba por ir a misa - ni pa estar atento a ella,
     que diba por ver las damas - las que van guapas y frescas.
     En el medio del camino - encontró una calavera
     mirárala muy mirada - y un gran puntapié le diera;
     arregañaba los dientes - como si ella se riera.
     Calavera, yo te brindo - esta noche a la mi fiesta.
     No hagas burla, el caballero - mi palabra doy por prenda.
     El galán todo a aturdido - para casa se volviera.
     Todo el día anduvo triste - hasta que la noche llega:
     de que la noche llegó - mandó disponer la cena.
     Aun no comiera un bocado - cuando pican a la puerta.
     Manda a un paje de los suyos - que saliese a ver quién era.
     Dile, criado, a tu amo - que si del dicho se acuerda.
     Dile que sí, mi criado - que entre pa ca norabuena.
     Pusiérale silla de oro - su cuerpo sentara’n ella:
     pone de muchas comidas - y de ninguna comiera.
     No vengo por verte a ti - ni por comer de tu cena:
     vengo a que vayas conmigo - a media noche a la iglesia.
     A las doce de la noche - cantan los gallos afuera,
     a las doce de la noche - van camino de la iglesia.
     En la iglesia hay en el medio - una sepultura abierta.
     Entra, entra, el caballero, - entra sin recelo’n ella:
     dormirás aquí conmigo, - comerás de la mi cena
     Yo aquí no me meteré, - no me ha dado Dios licencia.
     Si no fuere porque hay Dios - y al nombre de Dios apelas
     y por ese relicario - que sobre tu pecho cuelga,
     aquí habías de entrar vivo - quisieras o no quisieras.
     Vuélvete para tu casa, - villano y de mala tierra,
     y otra vez que encuentres otra, - hácele la reverencia,
     y rézale un paternóster, - y échala por la huesera;
     así querrás que a ti t’hagan - cuando vayas desta tierra.

Recogido por don Juan Menéndez  Pidal, y  “recitado por Josefa Fernández, vecina de Curueña, Riello (León), en 1889”, según M. Menéndez y Pelayo, quien lo incluyó en su  Antología de Poetas Líricos Castellanos. 

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